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(mayo de 2017)
Una vueltecita por la ciudad...
Desde hace algunos años, Bergerac luce con orgullo su sello Ville et Pays d'Art et d'Histoire (Ciudades y Regiones de Arte e Historia), y con razón... Está compuesta por un laberinto de calles y plazoletas, a cual más encantadora. Alzamos la vista para admirar los entramados, las ventanas ojivales y las puertas trabajadas. Sobre todo, no pierda el más mínimo detalle de las anécdotas históricas: "Cuando llegó Catalina de Medicis, las fuentes de la rue des Fontaines escupían vino para levantar el ánimo de los católicos".
Más lejos, en la plaza Pélissière, se puede encontrar con la estatua de Cyrano (¡Ah, bueno! ¡Por fin está aquí!); después, las ráfagas de fotos se dirigen a las casas de los bateleros, en la plaza de la Mirpe; uno se queda boquiabierto ante la máquina de esculpir en serie las cazoletas de las pipas, en la parte superior del Museo del Tabaco.

Aquí, antes de sentarse a la mesa, ¡más vale abrir el apetito!
Y, por supuesto, a la hora del aperitivo, ¡no olvide pasear por los muelles! Por cierto, ¿y los vinos de Bergerac?
¡Ah, sí! Para saberlo todo al respecto, es obligatorio pasar por la Maison des Vins de Bergerac (casa de los vinos de Bergerac). El lugar en sí mismo merece el rodeo: una residencia del siglo XVII construida alrededor de un claustro de madera y ladrillo (el claustro des Récollets). Todo, lo sabrá todo acerca de las trece denominaciones que componen este viñedo: película, sala sensorial para divertirse adivinando el aroma de los vinos y, por supuesto, vinoteca. Allí completará sus conocimientos mediante una cata. ¡Sonría, es gratis!
¡A la mesa!
Aquí, antes de sentarse a la mesa, más vale abrir el apetito.
En primer lugar, conviene dar una vuelta por los mercados para comenzar a salivar delante de los puestos de aves de corral, patos, etc. ¡Ah, y esas fresas, esos melones, esas castañas, esas nueces recién cogidas...! Y, por supuesto, la trufa, cuando llega el invierno.
Después, encontramos una buena mesita al fresco, en una terraza o delante de un buen fuego de chimenea, y...
Por último, se puede disfrutar de placeres sencillos pero irremplazables, como la degustación de un fuagrás de oca sobre una rebanada de pan rústico tostado, acompañado de una copa de Monbazillac.
¡Lugares imprescindibles de Bergerac!
- ¡Causa sensación! El museo del tabaco narra 3000 años de la historia y de los usos, a veces sorprendentes, de esta planta, desde sus orígenes amerindios hasta la actualidad.
- El casco histórico: un paseo de dos horas por las callejuelas y plazoletas, un viaje en el tiempo que le devolverá a la Edad Media. La Oficina de Turismo ofrece también visitas comentadas.
- La Maison des Vins (casa de los vinos): es magnífica y luce su hermosa arquitectura delante del puerto de Bergerac. Sorprendentemente, da cobijo al claustro des Récollets, escenario de numerosos espectáculos. Se trata de una visita obligatoria para aquellos que deseen saberlo todo acerca de los vinos de Bergerac y Duras.
- Merecen una mención especial los miércoles y los sábados, días del mercado tradicional alrededor de la iglesia Notre Dame y delante del mercado cubierto.
- Y, para hacer excursiones a lo largo de sus orillas, basta con seguir el camino de sirga desde el puerto, siguiendo las huellas de los gabarreros de antaño.
Cyrano de Bergerac
Aunque Savinien Cyrano, el personaje real en el que se inspiró el héroe de Edmond Rostand, en principio nunca asomó su narizota por esta ciudad del Périgord, se ha convertido en el más famoso de los habitantes de Bergerac. También su ciudad, que le debe gran parte de su notoriedad, así como sus habitantes, le rinden homenaje de numerosas maneras.